Un ciudadano común y corriente queda atrapado en una cabina telefónica. Pese a los intentos de ayuda de los transeuntes, no puede ser liberado. Pero las cosas pasan a otro nivel cuando los misteriosos operarios que instalaron la cabina esa madrugada se lo llevan con aparato y todo a un destino desconocido. En el trayecto, el prisionero va dándose cuenta de que está indefenso en manos de fuerzas siniestras que lo conducen a un inexplicable y atroz destino del cual parece no haber escapatoria... y del que ninguno de nosotros puede ; lo más chocante es la actitud de la gente a la tragedia ajena. Se interesan , hacen pequeños intentos de abrir la indestructible cabina, pero ahí queda todo. La mayoría lo ve como una curiosidad de la que solo atinan a reírse. Curiosamente, los únicos que contemplan seriamente al protagonista aprisionado, durante su viaje a lo desconocido, son un payaso y un enano de circo. El protagonista solo halla un triste consuelo cuando, en el trayecto a su destino, ve que no está solo. Hay otros que, igual que él, están siendo atrapados por cabinas que también esperan a sus inocentes víctimas. Pero incluso este consuelo se convierte en una trágica revelación en el inesperado y espeluznante final. En medio de una música aterradora, el indefenso prisionero contempla cuál va a ser su espantoso destino.Pero ése no es el final. Los misteriosos operarios que vimos al principio instalan otra cabina idéntica en alguna otra calle de España (o del mundo)... esperándonos. Un epílogo en verdad aterrador.
